El pedófilo se puede encontrar en cualquier parte

Empiezo a escribir estas líneas con cierto desconcierto después de haber recibido una llamada telefónica en la que un conocido medio de comunicación me pedía colaboración para hablar sobre un caso de pedofilia recientemente descubierto. Así es como he sabido que ha ingresado en prisión el líder de las juventudes socialistas de Elche tras haber sido detenido el pasado viernes por haber abusado presuntamente de una niña de dos años de edad. El impacto ha sido doble. Por un lado el de pensar en esa pobre e indefensa criatura y su familia y, por otro, el de pensar que la pedofilia puede estar en cualquier parte y afectarnos a cualquiera.

Comentaba el periodista que la idea de entrevistar a un psiquiatra procedía de la poca información que parece existir acerca del tratamiento de las personas que padecen este tipo de trastorno y de ahí la idea de escribir este post. Pero antes de pasar a hablar de este aspecto creo que es importante saber de qué estamos hablando exactamente. Seguramente al oír hablar de casos como este os hayáis preguntado si nos encontramos ante un caso de patología mental o ante un ante un criminal sin más.

Pues bien, según el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) la pedofilia se engloba dentro de un grupo de trastornos denominados parafílicos. Las parafilias, también llamadas perversiones, son estímulos o actos sexuales que constituyen desviaciones respecto a la conducta sexual normal que resultan necesarias para experimentar excitación y alcanzar el orgasmo a quienes las padecen puesto que su capacidad para responder a estímulos normalmente considerados como eróticos se encuentra inhibida, quedando así su sexualidad restringida a estímulos o actos desviados concretos; la fantasía o el impulso sexual desviado siempre debe expresarse a nivel conductual para ser considerado un trastorno parafílico.

En un trastorno parafílico existe una fantasía que se ve reforzada por la excitación sexual y el orgasmo, y que suele influir junto con las conductas que implica, más allá de la esfera sexual dominando las vidas de los individuos. Estas conductas, lejos de ayudar a establecer vínculos implican una agresión, dañan a otros e interfieren en la capacidad para establecer vínculos entre las personas; pero a la vez pueden servir para calmar la ansiedad, la agresividad o estabilizar la identidad.

Se trata de trastornos que suelen verse casi siempre en los hombres y que se inician en torno a los 18 años de edad. Pero, ¿por qué se producen? Podemos hablar aquí de dos factores, los biológicos y los psicosociales. En cuanto a los factores biológicos, disponemos de varios estudios que han identificado alteraciones orgánicas en los individuos con parafilias pero su naturaleza metodológica no nos permite establecer una relación causal de estas alteraciones con la conducta parafílica y, por tanto, también podría tratarse de hallazgos casuales no relevantes en la aparición de la parafilia: valores hormonales anormales (74%), signos neurológicos graves o leves (27%), anomalías cromosómicas (24%), convulsiones epilépticas (9%), dislexia (9%), anomalías electroencefalográficas (4%), trastornos mentales mayores (4%) y alteraciones mentales (4%).

Respecto a los factores psicosociales, por una parte el psicoanálisis nos habla de un Complejo de Edipo no resuelto como causa de la parafilia y otras teorías defienden que la parafilia se desarrolla debido a experiencias precoces que condicionan a cometer actos parafílicos (por ejemplo: un niño que ha sufrido abuso sexual en la infancia podrá aceptar los abusos en la edad adulta o convertirse en acosador de otras personas).

Dentro del grupo de los Trastornos Parafílicos podemos encontrar varios tipos, siendo el más frecuente de ellos la pedofilia. En ella los impulsos sexuales, intensos y recurrentes, se dirigen hacia niños o niñas de 13 años o más pequeños. Los individuos pedófilos tienen al menos 16 años y son al menos 5 años mayores que las víctimas. El 95% de los individuos pedófilos son heterosexuales y el 50% han consumido alcohol en exceso en el momento de cometer el acto. No es infrecuente, por otra parte, que estos individuos hayan estado implicados también en casos de exhibicionismo, voyeurismo o violación.

Estamos ya situados con respecto al trastorno, nos hacemos una idea aproximada de qué es, por qué se produce y a quiénes suele afectar o cuál es el perfil a grandes rasgos de las personas que pueden cometer actos tan atroces como el abuso sexual a menores. Ahora bien, ¿se trata de personas enfermas o de psicópatas que saben perfectamente lo que están haciendo y son conscientes de las consecuencias de sus actos?

En este sentido existe cierta controversia puesto que hay quien no considera que un pedófilo sea un enfermo mental, y no deja de resultar cuanto menos llamativo que no se consideren enfermos cuando el cuadro clínico se incluye en los manuales diagnósticos de la psiquiatría. En mi opinión se trataría de una mezcla de ambas situaciones puesto que se trata de personas que, evidentemente, tienen un problema que no pueden controlar fácilmente, pero por otro lado sí suelen disponer de una capacidad de juicio lo suficientemente conservada como para frenar sus impulsos o para, al menos, pedir ayuda para llegar a conseguirlo. No obstante en este tipo de casos creo que lo más adecuado es siempre valorar cada caso concreto y no generalizar ante situaciones tan graves como las que se producen en estos casos.

Sea como sea, el pedófilo comete un delito que está penado por ley y cuando es descubierto deben aplicerse las medidas correspondientes. Pero pongámonos en el caso de que estas personas padezcan un trastorno mental, ¿tiene cura?, ¿cuál es el tratamiento?
No es en absoluto fácil tratar o curar una parafilia, puesto que para ello quienes la padecen deberían tener la seguridad de que al renunciar al placer sexual que ésta le proporciona va a encontrar otras vías de gratificación sexual, y esto no es posible generalmente.

En cuanto al tratamiento, nos podemos encontrar con diversos tipos de intervenciones:

- El control externo se refiere a mecanismos que ayudan al freno de la conducta; la prisión en el caso de los delitos sexuales es un ejemplo de este tipo de tratamiento que, por otro lado, carece de finalidad terapéutica.

- El tratamiento farmacológico con antipsicóticos y antidepresivos se utiliza en los casos en los que la parafilia está asociada a trastornos mentales como la esquizofrenia o la depresión. Además, los antiandrógenos como el acetato de ciproterona o el acetato de medroxiprogesterona pueden utilizarse para reducir los niveles de testosterona y el impulso sexual.

- La terapia cognitivo-conductual ayuda a frenar los patrones parafílicos aprendidos y a modificar la conducta para conseguir que sea socialmente aceptable e incluye intervenciones como el aprendizaje de habilidades sociales, la educación sexual, la reestructuración cognitiva y el desarrollo de empatía hacia las víctimas.

- La psicoterapia orientada a la introspección supone una terapia de larga duración con la que los pacientes pueden llegar a comprender sus propias dinámicas y los acontecimientos que favorecieron que se desarrollara la parafilia, tomando conciencia de los hechos cotidianos que hacen que actúen en función de los impulsos. Además puede ayudarles a recuperar su autoestima.

El pronóstico empeora y, por tanto, la probabilidad de cura es menor en los casos en los que la parafilia se ha iniciado a una edad precoz, cuando la frecuencia de los actos es elevada, cuando el parafílico no siente culpa o vergüenza o por el acto, y cuando se asocia a abuso de sustancias tóxicas. En cambio existe una mayor probabilidad de mejoría si el parafílico (o pedófilo) ha sido capaz de mantener relaciones sexuales al margen de la parafilia y si ha buscado ayuda psiquiátrica por iniciativa propia. También implican un mejor pronóstico el hecho de que exista una sola parafilia, la inteligencia normal, la ausencia de abuso de sustancias, la ausencia de rasgos antisociales no sexuales de personalidad y la presencia de un vínculo adulto exitoso.

En conclusión, y como respuesta a la pregunta que ha motivado la redacción de este post, se trata de casos complejos nada fáciles de abordar terapéuticamente y con unas probabilidades de curación o mejoría limitadas. Afortunadamente, el porcentaje de personas que tiene problemas de este tipo es pequeño y las nuevas tecnologías nos ayudan a descubrirlas y evitar que se produzcan nuevas agresiones.

Neria Morales Alcaide

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