El terrorismo desde el punto de vista psicopatológico

El pasado 13 de noviembre, todos pudimos sentir el terror a raíz de los atentados yihadistas en París. Desde este blog intentaremos dar una visión clínica sobre el fanatismo que impulsa a los terroristas a actuar de esta manera. Analizaremos la actitud de los terroristas ante el valor de la vida humana (tanto la suya como la de sus víctimas), su incapacidad para empatizar, y veremos lo eficiente que puede ser una manipulación en nombre de una religión, hasta el punto de conseguir que den su vida por ella y acabar con la de muchos miles de personas en todo el mundo.

Llamar enfermos mentales, locos o psicópatas a estos terroristas es reducir al mínimo la ecuación. El terrorismo es, tal como lo define el psicólogo Humberto Trujillo Mendoza (uno de los mayores expertos del tema y colaborador activo de las Fuerzas Armadas Españolas y del Centro Nacional de Inteligencia) un “fenómeno poliédrico”,  un suceso de gran complejidad en el que interactúan múltiples factores de tipo social, histórico, económico, político, psicológico (y no sólo psicología clínica, sino social, de los grupos y organizaciones…), religioso o ideológico.

Evidentemente, no es imposible que algún psicópata se cuele en una organización terrorista. Pero, por posible, no deja de ser improbable. Como afirma el criminólogo Vicente Garrido, el psicópata es el sujeto egocéntrico por excelencia. Eso, aunque hace comprensible la hipótesis, supone problemas institucionales y organizativos casi insalvables para esta hipótesis psicopatológica: el egocentrismo extremo tiene un problema para el establecimiento de las relaciones sociales fiables, algo que es fundamental en las organizaciones terroristas.

Otras teorías que se han barajado para intentar explicar el tipo de patología que puede desarrollar un terrorista  han sido la paranoia (que venía a decir que la visión de la realidad de los terroristas era tan delirante que sólo se podía explicar por la paranoia) y las explicaciones ‘biológicas’.

Además, también se ha hablado del problema del control y regulación de la agresividad como factor explicativo del fenómeno terrorista, tanto desde modelos más psicodinámicos -hablando de pulsiones agresivas- como desde modelos más cognitivo-conductuales, poniendo el foco en la capacidad de la regulación emocional.

Quizás desde las terapias cognitivas, encontramos los elementos más clarificadores de este fenómeno, ya que se construye en gran medida entorno a una narrativa y a un sistema de creencias desde el cual el individuo se explica el mundo y actúa. Dentro de las características de un sistema de creencias es el de ser de tipo Abierto o tipo Cerrado, siendo los cerrados aquellos que engloban creencias concretas de tipo dicotómico y absolutista como “el mundo es peligroso y la gente es mala” o percibir el mundo en términos de “buenos y malos”. Este tipo de creencias, además, suelen ser de tipo central: aquellas que se caracterizan por ser más primitivas (y por tanto, de las que más determinan el comportamiento y las vivencias del sujeto). A esto, habría que añadir creencias más periféricas, como por ejemplo las derivadas (aquellas que provienen de figuras de autoridad en las que se confía o que se establecen como interlocutores válidos), que parecen ser elaboradas por los adoctrinadores de estos grupos, en el caso del yihadismo.

En términos emocionales, es significativo el sentimiento de humillación-vengaza del que han informado varios estudios en jóvenes yihadistas o clasificados como potenciales de ser reclutados por estas organizaciones, algo que explicaría por qué estos grupos suelen encontrar acogida fundamentalmente entre los campos de refugiados de Oriente Medio y los guetos y barrios marginales de Europa.

¿Qué concluir entonces a este respecto? Pues probablemente que entre los terroristas sí que podamos encontrar aspectos psicopatológicos como baja mentalización, rasgos de personalidad límite, búsqueda de emociones intensas y límites (Klausner habla de que sean stress seekers como hipótesis explicativa), psicopatía, rasgos narcisistas o histriónicos y una rigidez cognitiva notoria (dicotomía entre buenos y malos, introyectos de sistemas de creencias de regulación comportamental…), combinada con sentimientos de haber sido víctimas de agresiones e injusticia, pero que se dan en confluencia con una compleja realidad social, política, ideológica y económica.

Artículo basado en el siguiente escrito por Javier Jiménez. Pinchar AQUÍ

 

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