Hoy es el día en que empiezo a tener claro que esto de escribir un blog no es tan sencillo como pueda parecer en un principio, al menos si te lo planteas como algo que deba estar planificado y perfectamente estructurado con plazos y temas concretos sobre los que escribir. Quizá esta que acabo de mencionar sea la mejor forma de hacerlo para muchos pero parece que no va a ser la mía, y es que no hay manera, que al pensar en escribir sobre uno de esos temas que intento planificar me surge siempre alguna otra idea sobre la cual no puedo evitar ponerme a escribir. Alguno de mis compañeros seguramente sonreirá mientras no puede evitar recordar leyendo estas líneas su teoría acerca de la mente de mono del budismo.
Hace unos días estando de vacaciones mientras leía una entrevista hecha al Catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica Enrique Rojas, en la que se hablaba del síndrome postvacacional, empecé a reflexionar sobre este síndrome del que tanto se habla cuando Agosto acaba y Septiembre amenaza diciendo “hola” y que muchos llaman también depresión postvacacional. Se trata de un cuadro que aparece cuando se aproxima “la vuelta al cole” y que puede llegar a afectar a 1 de cada 2 personas incluyendo a los más pequeños de la casa, y que se caracteriza por síntomas psíquicos como ansiedad, irritabilidad, apatía, tristeza y nostalgia, y síntomas físicos como molestias digestivas, taquicardia, sensación de ahogo, cansancio, pérdida de apetito y dolores musculares.
Recuerdo sensaciones de este tipo cuando era estudiante y se aproximaba el comienzo de las clases (horarios, asignaturas nuevas, extensos temarios, exámenes..), pero... ¿y ahora? No, en absoluto... entonces, ¿por qué antes sí y ahora no?, ¿por qué algunas personas experimentan estos síntomas y otras no? Hay quien opina que es más fácil que personas que realizan trabajos que no les resultan satisfactorios o tienen una situación laboral inestable son más propensas a padecer este síndrome; también se han asociado a él determinadas profesiones (educación, recursos humanos, sanidad) o cargos directivos y de responsabilidad. Tiene sentido, así es que mi mente de mono pega un salto y vuelve de nuevo a los compañeros porque de compañeros y de salud mental, de “no depresión” y de alegría, va este post. Y es que el próximo 10 de Octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, así es que he decidido dedicar estas líneas especialmente a las personas de mi equipo de salud mental que día a día me acompañan en esta gratificante tarea de cuidar de la salud mental de las personas y contribuyen a que la mía se mantenga en el nivel óptimo necesario para poder llevar a cabo mi trabajo.
Psiquiatras Valencia con pasión por nuestro trabajo
Si me pidieran que describiera los elementos que considero indispensables para que un ambiente de trabajo sea favorable nombraría estos cinco: respeto, harmonía, equilibrio, ilusión y alguna que otra sonrisa. Por suerte para mí no hay día que no encuentre todos estos ingredientes en el conjunto de mis compañeros psiquiatras Valencia y siempre es un placer tropezarse con una sonrisa de buenos días, un beso al aire, un abrazo, una actitud dispuesta a la colaboración y al trabajo en equipo, e infinitas muestras de cariño percibidas en los últimos años, imposibles de describir con palabras. Y no todo son cosas buenas, claro que no; también hay días malos, situaciones difíciles, malas caras y algún que otro cabreo... Pero cuando me encuentro con esto me pregunto: ¿por qué no me quedo con lo positivo? Vivimos lo bueno, vivimos lo malo, nada es lo que podemos evitar; pero sí podemos elegir con lo que nos queremos quedar: quedémonos con lo bueno y construyamos la salud mental desde abajo, desde nosotros mismos.
Gracias a quienes conseguís sacar de mí esa sonrisa que a veces no encuentra por donde salir: compañeros de Hospital, Centro de Salud Mental, Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil, Unidad de Conductas Adictivas, Familia, Urgencias, 111. Y a mis pacientes, y a sus familias, porque es por ellos que todo esto tiene sentido.
Neria Morales Alcaide
